NO SON COSAS DE NIÑOS, SON COSAS DE PADRES
Estos días he leído la tremenda noticia de una niña de 7 años que ha pensado varias veces en suicidarse, en acabar con su vida antes que continuar sufriendo acoso en el colegio. Es horrible, dramático, intolerable que una niña de esta edad (o de cualquiera) pase por una situación tan dolorosa que le lleve a quitarse la vida. Y tan dramático, tan horrible y sobre todo, menos tolerable es que los padres seamos muchas veces el origen de estas dolorosas noticias. ¿Los padres? Sí, los padres que miran hacia otro lado cuando sus hijos no respetan a sus iguales, los que alientan a la discriminación y sobre todo, los que siembran la semilla del acoso con su propio ejemplo. Me explicaré mejor.
Antes de ser madre oía a amigas hablar sobre anécdotas de patio de colegio, sobre grupos de whatsapp infernales en los que se preguntaba sobre deberes y fiestas de cumpleaños, y ahora veo cada día el peligro que tienen estas cosas, entre otras.
Una buena amiga me contaba un día una anécdota ocurrida en el colegio de sus hijos. Una anécdota que sé que se repite cada día en miles de colegios de este país. Esta anédota es que un niño es juzgado, etiquetado y sentenciado por algo insignificante para el resto de su vida escolar. Ocurre cuando un día, de repente, una madre o padre piki-piki (adjetivo muy descriptivo made in mi amiga), decide quien es el malo de la clase, el torpe, o el que no va a llegar a nada, y comienza su cruzada contra él o ella. Poco a poco va comentando entre quien la quiere escuchar lo mal que se portó el otro día menganita, o fíjate en zutanito, que no es completo, mira lo mal que viste, que sepas que el castigo a la clase entera la semana anterior fue por su culpa (aunque no tenga pruebas ni sepa que ocurrió de verdad), y así se pasa los días, piki piki con quienes se alían a su causa a veces sin darse cuenta, asintiendo a cada frase y asumiendo sin saberlo o queriéndolo saber, que con ese menor es mejor que su pequeño no se relacione.
Los niños son niños, pero les hay muy avispados. Y como coincida que el retoño del/la piki piki es de los que las cazan al vuelo, cada vez que vea una bronca aproximarse cargará las culpas al pobre diablo que ya lleva la etiqueta colgando, porque sabe que sus padres le van a querer creer. Si no es avispado pero ya lleva en los genes la envidia y la mala sangre por herencia, la hemos liado, porque va a llevar las palabras de su padre o madre al extremo, haciendo la vida imposible a la víctima correspondiente para ganarse el beneplácito de su progenitor. Y así comienza el acoso.
Un hijo del piki piki bien por conveniencia, bien por convicción, o por miedo a llevar la contraria a la mano que le da de comer, comienza a despreciar, a ignorar, a someter a quien ya fue sentenciado sin culpa alguna. Y se ve recompensado, porque sabe que hace las cosas al gusto de su madre/padre que se tira horas en el patio de cháchara despellejando a diestro y siniestro con otros afortunados que deben tener poco que hacer en sus casas y en sus vidas, viendo la cantidad ingente de horas que pasan en la puerta del colegio. O se ve recompensado porque así se desahoga de la presión y la falta de cariño que siente dentro de él. Y si algo te trae alguna satisfacción, tiendes a repetirlo.
Los amigos le siguen la corriente, porque van a lo suyo, porque los niños hacen lo que ven en sus padres, arrimarse al que parece que lleva la voz cantante y darle la razón, no me vaya a tocar a mí la chaparrada. Y quien lleva la etiqueta está cada vez más solo, más aislado, lo que hace que los súbditos del piki piki terminen aceptando que claro, que era verdad, que ese pobre era la oveja negra, o no era muy listo, o no me gusta mucho que mis hijos jueguen a su lado.
La bola se hace más grande y el alma del acosado más diminuta. Y cuando llegan las quejas, las denuncias, las reclamaciones, todo lo arreglan diciendo “son cosas de niños”. Y no, no son cosas de niños, son cosas de padres, que han etiquetado, juzgado, consentido que se produjera un rechazo, lo han alentado, o como poco, lo han callado, han mirado a otro lado mientras asentían el rumor, mientras le decían a su hijo que mejor no invitase a fulanito a su cumpleaños, no vaya a ser que la piki piki de turno se sienta ofendida y luego la trame contra mi retoño.
Somos los padres quienes podemos (y debemos) frenar el acoso en muchas ocasiones, frenando a quien instiga a su hijo a acosar, frenando a quien juzga y critica por deporte, dejando las etiquetas para la ropa y no para las personas.
Seguro que no quieres que tu hijo sea acosado, por eso procuras darle herramientas como autoconfianza, buena autoestima, confianza familiar, que se sepa querido, comprendido y apoyado. Perfecto. Pero si no quieres que tu hijo sea un acosador, dale ejemplo. No juzgues ni etiquetes a otros niños delante suyo. No asumas los rumores de quien no tiene nada que hacer en su vida más que molestar. No te unas a quien más grita sólo porque es lo fácil. No tengas miedo a defender al indefenso.
No seas piki piki.
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6 comentarios
La verdad es que el tema del acoso es un tema que me preocupa muchísimo. Me preocupa que mis hijos sean acosados y me preocupa que mis hijos sean acosadores.
Tienes razón en que es culpa de los padres y culpa de profesores, que desde los colegios muchas veces no toman las decisiones que deben tomar. Porque a veces los niños en sus casas tienen un comportamiento y luego en el colegio se comportan de otra manera y si los profesores no tienen comunicación con los padres es imposible saber que está ocurriendo.
Creo que es algo en los que todos debemos estar muy atentos y sobre todo como tu dices, no etiquetar a los niños, sobre todo delante de nuestros hijos.
Sí Isabel, es un tema que a todos nos preocupa en ambos sentidos, y que está en manos de los adultos ponerle freno pero que por desgracia, no lo hacemos. A veces por falta de interés, por falta de tiempo, por miedo… Debemos estar atentos a las señales y no dar las cosas por hecho, no dejar que sean cosas de niños que pasan a mayores.
Un beso.
Artículos como este es lo que hace falta para que la violencia deje de ampararse bajo el lema “cosas de niños”. Lo más grave de todo esto es que un día esos niños crecen, y cuándo crecen nos preguntamos en qué momento aprendieron a comunicarse de forma violenta. Pero hoy, al hilo de esto, quiero llamar la atención sobre algo que los padres también deben tener en cuenta: el acosador no solo puede ser el malo de la clase, también puede ser un hermano.
Y ¡amigo!, los padres no están preparados para eso. Los padres corren a defender a sus hijos cuando están siendo maltratados en clase, pero se quedan sin reacción cuando eso ocurre dentro del hogar, dulce hogar. Yo lo viví en mis carnes. Y sí. Pensé en el suicidio. Y no, mi madre no se enteró de nada. Según ella eran “celos de hermanos”. Las humillaciones en público, los golpes hasta tirarme al suelo, los robos, las calumnias, aquel vaso de agua que derramó lentamente encima de mi cabeza, ante la mirada impertérrita de mi madre, eso eran “celos de hermanos”. Pero lo peor de todo esto, es que no sólo me ha pasado a mi. ESTO PASA. Tengo una conocida con dos hijos en la misma situación, y la explicación de la madre… la misma. El maltrato cuando es entre hermanos se llama “celos de hermanos”. Así que, me gustaría, si es posible, pedir una entrada tratando este tema tan delicado, tan importante y tan ignorado. Muchísimas gracias!
Lamento sinceramente tu experiencia Lorena, porque como dices, los padres defienden a sus hijos cuando son conscientes del acoso y al menos en parte, el menor puede sentir el amor y apoyo de sus padres. Pero cuando es en el hogar y los padres no hacen nada… ese acoso es doblemente desolador para quien lo sufre, ya que está siendo acosado por quien se supone que le debe querer e ignorado por quien se supone que le debe proteger.
Tienes razón, es un acoso real, que ocurre, y demasiado a menudo por desgracia. Así que no sólo haré una entrada tratando este tema sino que te doy las gracias por hacer visible ese tipo de problemática y compartir tu experiencia. Espero que cuando escriba el artículo, esté a la altura de tus expectativas.
Un abrazo.
No te imaginas el miedo que me da este tema, tanto por un lado como por otro.
Y si, estoy convencida que los adultos somos quiénes tenemos mucho trabajo por delante, eliminando etiquetas, no hablar mal ni de niños ni de padres delante de nuestros hijos (ojo que yo soy la primera que me he llevado un zasca de Leo por hablar mal de una madre, no fue hablar mal exactamente pero bueno… el zasca me lo lleve y lección aprendida), no alimentar comentarios de otros padres e incluso intentar frenarlos aunque esto requiere ser muy valiente, ese valentía que les pedimos a nuestros hijos en determinadas ocasiones, pues esa también la tenemos que demostrar nosotros.
En fin, que podemos hacer mucho por este tema y que odio la frase “son cosas de niños” en este campo.
Claro que sí, esa frase en la que dices
es LA CLAVE del asunto. Somos el ejemplo que deben seguir, y el primer paso es ser valientes nosotros para que ellos puedan serlo después.
En cuanto al miedo contrario, a saber que nuestros hijos pueden ser los acosadores… creo que el mejor remedio para eso es lo mismo, ser un buen ejemplo de persona respetuosa, empática y asertiva. Podemos hacer mucho, y en nuestra mano está el intentarlo.
Un beso.