LA TECNOLOGÍA MATA
La semana pasada compartí un artículo en mi página de Facebook sobre lo sobreestimulados y sobredistraídos que estamos con la tecnología. Si quieres puedes leerle aquí. Y ese artículo, iluminó una idea que llevaba tiempo dando golpecitos en mi caótica mente sobre el daño que nos está causando tanta información, tanta rapidez, tanta estimulación, tantos “tanto”.
Tenemos al alcance de la mano acceso inmediato a cualquier tipo de información, de conexión social, de entretenimiento. Eso hace que no queramos perder un solo segundo en aburrirnos, hemos olvidado lo que es la paciencia, saber esperar, pensar y reflexionar.
Ya hemos hablado también sobre el tremendo efecto que esta inmediatez de disponibilidad tecnológica tiene en los pequeños, que desde bien temprano dejan de desarrollar la creatividad, la imaginación.
Y seguramente has oído lo nefasto que es tanto estímulo inmediato para aprender a tolerar la frustración. Si hemos acostumbrado a nuestros hijos a que tengan todo el entretenimiento digital a su gusto y que lo tengan ya, ¿cómo queremos que luego sepan esperar el día que nos falla el wifi o se acaba la batería del móvil? Lo peor es que tampoco sabrán esperar a nada más, ni nosotros tampoco.
Porque sí, siempre se habla de lo malísimo que es dejar el móvil a un niño por egoísmo para que nos deje comer tranquilos con los amigos, o que un bebé de año y medio no debe manejar una tablet, pero ¿y nosotros? ¿sabemos las repercusiones que está teniendo la era digital en nuestro cuerpo? No te hablo ya de las radiaciones, ni de la modificación del dedo pulgar ni nada de eso, que lo mío es el bienestar emocional. Me refiero a que no somos conscientes del estrés y la ansiedad que nos generan las nuevas tecnologías, las redes sociales y tanta historia moderna. Vivimos estresados porque queremos ver a cada segundo si han leído el whatsapp que acabamos de enviar, y si lo han hecho, nos estresamos, enfadamos y frustramos porque no nos responden aunque les hemos visto “en línea”. Se nos eleva el cortisol de pensar en las 27 series que nos hemos descargado completitas pero que no tenemos tiempo para ver, y que necesitamos verlas irremediablemente para poder estar al día de lo que escriben en los tropecientos blogs de maternidad, cultura, belleza, moda, salud y tecnología que intentamos leer cada día.
Sabemos que el 80% de los correos que recibimos son basura publicitaria, pero nos resistimos a no entrar en la bandeja de entrada cada hora, no vaya a ser que haya recibido algo importante. Vivimos estresados por compartir un momento con los miles de seguidores de nuestro Instagram y amigos varios de Twitter mientras se nos enfría el café delante de nuestra amiga que también anda mirando su móvil. Seguramente, nos contaremos lo más importante que nos teníamos que contar por mensaje cuando cada una llegue a su casa.
Así que piénsalo: tanta tecnología te estresa, y el estrés es nocivo para tu salud. Tan nocivo, que puede llegar a matarnos. ¿Quieres sufrir un infarto por no poder ver la última temporada de Juego de Tronos? Si tu respuesta es sí, por favor, no me lo digas.
Si en cambio has contestado con un no, aunque sea un no con la boca pequeña, me alegro. No intento convencerte de que tires tu móvil por la ventana ni de que te hagas un asceta digital, sino que tomes conciencia de cómo tanto dato domina tu vida, en vez de hacértela más fácil.
Para ello, lo mismo que hace unas semanas hablamos sobre cómo empezar a practicar mindfulness con unos sencillos consejos, hoy te propongo un reto que está muy relacionado y que podríamos denominar un cuarto truco para seguir con el entrenamiento de moda en atención plena. El reto es el siguiente:
Lee primero todas las instrucciones y luego comienza a realizarlo.
- Apaga tu móvil ahora mismo. Apagado de verdad, nada de en silencio ni modo avión que nos conocemos.
- Mantenle apagado 15 minutos.
- Aléjate del ordenador, de la tele, de la Tablet.
- ¿Qué tal te has sentido? Seguro que bien, 15 minutos no son demasiado. Ha sido fácil ¿verdad?. Ahora, ¿podrías hacerlo durante una hora? ¿y durante dos o tres?.
El reto verdadero consiste en que puedas prescindir de tanta tecnología y sólo la uses para verdadera satisfacción, para facilitarte la vida o el trabajo.
Para ello debes marcarte un horario pequeño y estricto en tu agenda diaria para desahogarte tecnológicamente y cumplirlo a rajatabla. Por ejemplo, entrar el mail sólo una vez al día a primera hora de la mañana. Fisgonear en Facebook, Twitter o Instagram media hora después de comer, o leer los periódicos digitales y blogs en el metro o bus camino del trabajo. Y ya, no volver a hacerlo hasta que te lo permita el tiempo marcado al día siguiente. ¿Lo podrás cumplir?
Hay estudios que dicen que pasamos cerca de 4 horas al día leyendo mails, blogs, periódicos digitales (que en papel no tocaríamos ni con un palo) o fisgando la vida de los demás en sus redes sociales. Esas 4 horas, más, poniendo tiempos medios, unas 7 de dormir, más 8 de trabajar, con suerte unas 2 de trayectos varios (a casa, al trabajo, a la compra, al cole a dejar los niños, a clase… idas y vueltas), 1 y media de quehaceres, cada uno los suyos: limpiar la casa, cocinar, gimnasio, comprar…, y otra hora y media para comer, cenar y alimentarse en general. ¿Cuánto tiempo te queda para ti?
Sí, no te queda nada, es más, seguramente te falten horas al día, y encima las que gastas en el tema que estamos hablando no cotizan a la seguridad social. ¿No crees que es mejor centrarte en lo que realmente importa?
Deja de bajarte pelis y series que sabes que no vas a tener tiempo para ver. Olvídate de preocuparte por si alguien ha cambiado su estado de whatsapp o en cualquier red social.
Escucha a quien tienes delante con interés, mirándole a la cara y no asintiendo mientras deslizas el dedo por una pantalla.