EL EFECTO PIGMALIÓN
En psicología existe un paradigma llamado efecto Pigmalión, también conocido como “la profecía autocumplida”, o lo que viene a ser lo mismo: las cosas que repites, se acaban cumpliendo. ¿Te lo crees? Vamos a ver en que consiste.
Cientos de veces repetimos frases del tipo “eres un desordenado”, “te vas a caer”, “no vales para esto”, “es muy gracioso”, etc… Lo curioso, es que siempre solemos repetir la misma frase a la misma persona. Se lo decimos tanto, que esa persona lo interioriza, lo hace parte de si mismo, y termina asumiendo ese rol que hemos profetizado cuando en realidad, tal vez no hubiera sido de esa manera.
¿Cuántos niños asumen que no pueden hacer ciertas cosas porque ellos mismos se definen como torpes? ¿Cuántas personas no se conceden una locura porque todo el mundo sabe que ellos son serios?. Claro que muchos de estos adjetivos y características son consecuentes con la realidad, pero muchos también, la mayoría, son roles y actitudes que hemos asumido desde pequeños a través de interiorizar las etiquetas que nos colgaron desde bien temprano en nuestra vida.
Un ejemplo impactante de este paradigma, lo tenemos en el estudio del experimento Rosenberg, en el que de forma aleatoria, los investigadores eligieron qué alumnos de un aula concreta estaban “altamente capacitados” para los estudios y cuales no. Los investigadores pasaron unos test falsos a los profesores, en los cuales, ciertos alumnos habían obtenido unas notas altísimas en cuanto a cociente intelectual y aptitud para las matemáticas, y otros alumnos habían obtenido unas puntuaciones nefastas. ¿Quieres saber qué ocurrió después?
Pues bien, los profesores, tras conocer los “resultados” de dichas pruebas, comenzaron a conceder más atención a los alumnos cuyas puntuaciones habían sido positivas. Les miraban más durante la clase, les hacían más preguntas, les felicitaban más a menudo ante sus respuestas. En cambio, poco a poco, durante sus explicaciones, dejaron de mirar a los alumnos que supuestamente sacaron malas puntuaciones. Les preguntaban menos, apenas les felicitaban y cada vez, les hacían menos partícipes en la clase. Los profesores creyeron en esas pruebas manipuladas y dieron por hecho, que los estudiantes con bajas puntuaciones no tenían futuro a nivel académico así que se centraron en motivar, alentar y ayudar a quienes sí lo tenían.
Lo que sucedió con estas actitudes por parte del profesorado es que los alumnos más atendidos, mejoraron en sus notas al saberse escuchados, al sentirse inteligentes y valorados por sus profesores. En cambio, la nota media de los alumnos que el azar decidió que serían malos estudiantes bajó considerablemente, se desmotivaban con facilidad, no se sentían valorados por sus profesores y su autoestima descendió.
¿Qué demuestra este experimento? Que la actitud, las creencias y los perjuicios que tenemos hacia los demás, pueden hacerse realidad. Demuestra que un chico normal, apto y válido para estudiar, pueda tirar la toalla y pierda la confianza en sí mismo, pensando que no vale, que no conseguirá aprobar por el simple hecho de que nosotros pensamos que no vale. Que una niña, crea que es una desordenada y se comporte como tal porque es lo que se espera de ella. Que un adolescente se rebele, desobedezca, porque un día alguien afirmó que siempre lo hace y por lo tanto, es un desobediente, y siempre lo será.
Este experimento demuestra, que aunque nunca leemos las etiquetas de lo que compramos, las que nosotros ponemos a los que nos rodean, son demasiado influyentes como para ignorarlas.
NO ETIQUETES, NO JUZGUES, NO DES POR HECHO.
O TUS PENSAMIENTOS… SE HARÁN REALIDAD.
Tag:Capacidades, Paradigmas
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2 comentarios
Tienes muchísima razón. Y es verdad que a veces hablamos sin pensar las consecuencias.
Las etiquetas son terribles y sobre todo con los niños.
Con los niños sobre manera, porque sin darnos cuenta les condicionamos a que piensen que son de una u otra manera y que actúen en consecuencia. Y lo que es peor, nuestra mente les encasilla en un rol determinado y ya da igual lo que hagan después que es muy difícil hacernos cambiar de opinión sobre si son responsables, desordenados, contestones o sinceros. Mejor juzgar cada acción concreta y no generalizar sus conductas.