¿A QUÉ HUELES? A MARIPOSAS
Este es un juego al que solemos jugar Rober y yo, y en el que intentamos introducir a Vera aunque aún es algo pequeña para sacarle todo el jugo. ¿Juegas con nosotros? Es muy sencillo, ¡y muy tierno!.
Rober suele ser el que comienza. Está en fase olfativa pura y dura. Se nos acerca y nos quiere oler, el pelo, las manos, la cara… Es curioso que yo al entrar al coche no me fijo en el olor, me huele simplemente al coche en el que me muevo cada día de aquí para allá, pero él, al entrar, suele decir que huele a Chiquitina. Eso significa que tiene ganas de ir agarrado a la mano de su hermana, que necesita tocarla, achucharla. Le encanta acercarse a ella y aspirar su aroma. A veces, ella refunfuña y huye, porque en ese momento no le apetecen mimos ni abrazos a su autónomo carácter, es entonces cuando él suele protestar y decirle Vera, sólo quiero olerte. Parece que respirar su fragancia, la mía, la de su padre, le tranquiliza. Me fijo en cómo se acerca y respira profundo dejando su cuerpo relajado, parece que el aroma que inspira le transporta a un lugar de paz y confort. Y en realidad así es. El sentido del olfato es el más primitivo de nuestros sentidos, el único conectado al sistema límbico que es el encargado de gestionar las emociones y los recuerdos. Por eso, un olor puede desembocar imágenes y sensaciones que nuestra memoria tenía almacenados desde hace años. Es tan importante el olfato en nosotros, los mamíferos, que de él dependía (y aun hoy en día también), nuestra supervivencia. El olfato nos dice que alimentos no debemos comer, que flores no debemos tocar.
El olfato hace que un bebé puede reconocer a su madre en una habitación a oscuras con más personas, distinguiendo el olor de quien le protege, quien le da alimento, cariño y atención.
Por eso, recuerdo que decidí dejar de usar perfumes desde que nació Rober hasta hace bien poco, que ya consideré que eran lo suficientemente mayores como para distinguirme aunque quisiera sentirme un poco más femenina. Pero volvamos con nuestro juego…
Un día oí a Vera protestar y al acercarme para ver qué ocurría le pille in fraganti con la nariz entre los rizos de ella. Le pregunté qué hacía y como si diera por hecho que yo debía saber qué hacia contestó Olerla pero no me deja. Entonces, se me ocurrió preguntarle a qué olía su hermana. Su respuesta me impresionó: a pequeñita con sueño. Desde ese momento me fui fijando y llegué a la conclusión que sobre todo, olisquea cuando tiene ganas de mimos, así que sin darnos cuenta, entre mimos y olfateos comenzó el juego.
Cuando tiene ganas de carantoñas, se acerca a mí y me abraza. Yo noto que me huele. Sumerge su naricita en mi pelo, o en el pliegue de mi cuello, o la deja caer sobre mi hombro. Entonces respira profundo y yo le pregunto ¿a que huelo?, a lo que él me contesta cosas inverosímiles. Hemos ido dando forma al juego poco a poco y ahora las normas son que no se puede decir simplemente si hueles bien o mal. Ni si quiera vale decir a flores, sería algo demasiado corriente. Cuando nos preguntamos, respondemos cosas como hueles a tarde de verano, a bolsa de golosinas, o incluso a risa de payaso. Luego me toca a mí, olisquear su cuello, su tripa o sus pantorrillas. Y decirle a qué huele para mí ese día. Olidos y etiquetados, pasamos a jugar a ver a que olemos de nuevo, esta vez, dando paso a pedorretas, cosquillas varias y carantoñas para terminar jugando, como no en estos días que nos tocan vivir, a que somos perretes de la Patrulla Canina, (que también tienen su parte de culpa en esto de olisquearlo todo) y entonces todo se acaba convirtiendo en una misión de alta importancia donde siempre me toca ser Sky, aunque eso es otra historia.
El quiz de este juego, que como ves no es gran cosa en cuanto a reglas elaboradas, es, además del ratillo de mimos que nos echamos a la espalda (y que nos quiten lo bailao), el ver cómo cada vez, desarrolla más su vocabulario, cómo agranda el mapa mental del mundo que le rodea al relacionar situaciones, emociones, olores, objetos, personas… y cómo desarrolla su imaginación, ya que a cada respuesta, las preguntas que podemos hacerles son infinitas. ¿Huelo a bici roja? ¿Y como huele una bici roja? Las razones que nos pueden dar, además de muy graciosas son sorprendentes, además que si ponemos un poco de atención, y escuchamos entre líneas, nos pueden decir mucho sobre lo que ronda por esas cabecitas. Te pongo algunos ejemplos de los que me ha dicho Rober hasta ahora.
Mamá hueles a…
- Chucherías
- Tarta de cumpleaños
- La mochila del cole
- Día de playa (sin haber ido a la playa)
- y mi preferida es cuando me dice, bastante a menudo, que huelo a mariposas. ¿Y a que huelen las mariposas? A alegría ¿por qué huelen las mariposas a alegría? Porque las mariposas me gustan y me ponen contento.
Así que así huelo. A la alegría de mariposas que le ponen contento.
Dejar un comentario
Disculpa, debes iniciar sesión para escribir un comentario.
2 comentarios
Gracias por compartir
Gracias a tí Laura por pasar a leer.